A medida que las sociedades evolucionan y se concentran en el desarrollo de nuevas tecnologías, la medicina decide volver a sus antepasados. Especialistas del mundo han retornado a las curas milenarias, provenientes de la naturaleza, que promulgan una sanación sin efectos nocivos. El panorama, desde hace más de una década, parece ser el mismo: un mundo más moderno, pero con gente más enferma. Así están las cosas: las muertes por cáncer en todo el planeta superarán los 11 millones en el 2030; actualmente, hay más de 220 millones de personas con diabetes y, en el 2010, alrededor de 43 millones de niños menores de cinco años tenían sobrepeso (cifras de la Organización Mundial de la Salud –OMS–).
En una pelea que parece ir ganando la enfermedad, médicos del mundo han regresado a las raíces de su profesión, buscando, entre la medicina alternativa, opciones que la farmacología y los sistemas de salud actuales (no preventivos) no han podido subsanar.
Dentro de esta amplia gama de la medicina alternativa, hay dos terapias que reviven la sanación ancestral: la aromaterapia y la terapia floral. En lo que se refiere a las esencias florales (terapia floral).
Se sabe que su uso se remonta a la época de los Incas (siglo XII), tradición que se fue extendiendo hasta que el médico inglés Edward Bach (1886-1936) descubre y da la forma terapéutica a las esencias florales. De allí nacen las famosas 38 Flores de Bach, utilizadas por galenos mundialmente y reconocidas por la OMS.
Las flores y su campo energético
Las esencias florales se consideran un campo energético (las flores tienen una conformación electromagnética y lumínica armónica en sus partículas).
Por lo que, una vez incorporadas en el organismo –a través de gotas–, entran en contacto con el cuerpo energético del paciente (gracias a su característica vibracional), viajando a través de los meridianos de acupuntura y dirigiéndose a los chakras y órganos energéticos, donde producirán su efecto.
Todo esto significa que, al usar esencias florales, se armonizan los campos electromagnéticos que están débiles en los humanos, convirtiéndolos en flujos constantes y uniformes de energía. Para ello, lo que se busca equilibrar, primero, son las emociones de las personas, a fin de que luego el cuerpo pueda sanarse.
En palabras simples, si alguien sufre de rencor o amargura y se le suministra sauce, logrará equilibrar este comportamiento hasta conseguir el bienestar en todos los sentidos.
Al evidenciar efectos importantes en los estados emocionales de los humanos, los mecanismos humorales de la persona también producen cambios en el sistema inmune (de defensa) y, posteriormente, en todos los procesos orgánicos.
Así que las emociones son el camino a la sanación. Al respecto Bach decía: “Busquen los conflictos mentales no resueltos en la persona, denle el remedio que supere el conflicto, además de toda la esperanza y estímulo. Entonces, la virtud que está en su interior por sí misma hará el resto…”.
La aromaterapia, aceites que curan
Además de otras culturas, la egipcia fue una de las más conocidas por el uso de los aceites esenciales. Usaban los aromas para curar, armonizar, en el embalsamiento de las momias y la fabricación de cosméticos. Esos conocimientos se fueron trasladando hasta que en el siglo XX en Francia nació la aromaterapia, en manos del químico René-Maurice Gattefossé.
Entonces, se definió ésta como la terapia que emplea aromas, provenientes de los aceites esenciales. Esto, lejos de lo que puede pensarse, no se trata de simples sustancias cosméticas que huelen bien.
Por el contrario, dichos aceites tienen una estructura química compleja (semejantes a las hormonas) con componentes como los ácidos, alcoholes, cetonas, fenoles y terpenos, de los que proviene su amplia gama de efectos. Dichos efectos fueron los descubiertos por el químico Gattefossé y se resumen en: antisépticos, microbicidas, antivíricos, antitóxicos, cicatrizantes y estimulantes de las defensas.
Tales sustancias proceden de ciertas familias botánicas que permiten la extracción de sus aceites esenciales, los cuales son un concentrado potente, volátil y odorífero. Pueden encontrarse en distintas partes de las plantas: hojas, flores, corteza, tallos, raíces, semillas o frutos, y son extraídos mediante distintos procesos como la destilación al vapor de agua o la presión en frío.
Han sido exitosas en el tratamiento de la depresión, la ansiedad, el miedo, así como también en las dolencias musculares y digestivas, y en los problemas respiratorios, entre otros. Igualmente, son utilizadas como relajantes para combatir el insomnio y el estrés.
Todo gracias a que su facilidad de absorción en la piel permite que los componentes activos penetren directamente en el organismo, a través de la circulación sanguínea y linfática de las células, los tejidos, los órganos, los aparatos y los sistemas.
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